Este jueves, los reporteros del Daily Planet nos invita a viajar por el surrealismo al amparo de la medianoche... Suban, que os llevamos gratis.
El peso de su propio cuerpo cayendo a un lado le encogió el corazón, devolviéndole la conciencia. El viaje se alargaba ya demasiado, tanto que había concebido el superpoder de dormitar en un asiento incómodo en medio de un vagón repleto de desconocidos. La noche se había engullido el paisaje, una vez más. La lánguida luz de la luna lamía los perfiles del entorno, extrayendo de la oscuridad la figura de los árboles, de los postes y del horizonte remoto. El estómago le rugió acalambrado por el frío y por el hambre; se habría levantado y habría caminado hasta la cafetería, pero esta vez la pereza pudo con la insulsez de las viandas que ofrecían en ella; ni siquiera las berlinas de chocolate sabían a chocolate allí, en aquel universo opresivo y vacío de sabores, de olores, de color.
Los pasos del revisor quebraron su ensimismamiento, haciéndole abandonar el asiento como si un resorte se hubiese activado bajo él. Le había prometido un plano de recorrido hacía largo rato, días quizás.
- Le dije que podía encontrarlos en la cafetería -le recriminó sin apenas detenerse.
Con ansia por descubrir cuánto restaba para la siguiente estación, desplegó el plano, fantaseando con paisajes nuevos, llenos de luz y de almas. Del pliego emergió entonces la perfección de un círculo, delineado en un brillante color rojo, flanqueado de postes y árboles y para el que no había previsto ni una sola y triste parada.
El peso de su propio cuerpo cayendo a un lado le encogió el corazón, devolviéndole la conciencia. El viaje se alargaba ya demasiado, tanto que había concebido el superpoder de dormitar en un asiento incómodo en medio de un vagón repleto de desconocidos. La noche se había engullido el paisaje, una vez más. La lánguida luz de la luna lamía los perfiles del entorno, extrayendo de la oscuridad la figura de los árboles, de los postes y del horizonte remoto. El estómago le rugió acalambrado por el frío y por el hambre; se habría levantado y habría caminado hasta la cafetería, pero esta vez la pereza pudo con la insulsez de las viandas que ofrecían en ella; ni siquiera las berlinas de chocolate sabían a chocolate allí, en aquel universo opresivo y vacío de sabores, de olores, de color.
Los pasos del revisor quebraron su ensimismamiento, haciéndole abandonar el asiento como si un resorte se hubiese activado bajo él. Le había prometido un plano de recorrido hacía largo rato, días quizás.
- Le dije que podía encontrarlos en la cafetería -le recriminó sin apenas detenerse.
Con ansia por descubrir cuánto restaba para la siguiente estación, desplegó el plano, fantaseando con paisajes nuevos, llenos de luz y de almas. Del pliego emergió entonces la perfección de un círculo, delineado en un brillante color rojo, flanqueado de postes y árboles y para el que no había previsto ni una sola y triste parada.
Imagen creada con IA © |
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Te doy la bienvenida a mis mares.
Muchas gracias por verter en ellos tus palabras.